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Educación infantil

Educadoras y educadores infantiles, un perfil profesional desconocido.

En este artículo hacemos una reflexión  sobre el perfil profesional del título de Técnico Superior en Educación Infantil. Para ello, partiendo de la descripción de las motivaciones de los estudiantes cuando acceden a estos estudios y considerando los estereotipos sociales existentes en la profesión,  se pretende hacer un análisis de la cualificación profesional de educación infantil,  de las unidades de competencias así como de su desarrollo curricular.

Ideas claves.

¿Te estás planteando estudiar el ciclo formativo de educación infantil? ¿Llevas a tus hijos a una escuela infantil y quieres saber más acerca de la titulación de las educadoras? ¿Eres maestra de educación infantil y desconoces el perfil de los técnicos? ¿Estás buscando un artículo para tus estudiantes del ciclo de Educación Infantil sobre el perfil profesional para trabajarlo en clase? 

En este artículo hacemos una reflexión  sobre el perfil profesional del título de Técnico Superior en Educación Infantil. Para ello, partiendo de la descripción de las motivaciones de los estudiantes cuando acceden a estos estudios y considerando los estereotipos sociales existentes en la profesión,  se pretende hacer un análisis de la cualificación profesional de educación infantil,  de las unidades de competencias así como de su desarrollo curricular.

 

La motivación del alumnado.

¿Por qué quieres ser educador o educadora infantil?  ¿Qué características debe tener una persona que quiera dedicarse a este trabajo? ¿Qué papel tiene la educadora en el desarrollo de las niñas y niños? Con estas preguntas u otras similares suelo comenzar mis clases de Didáctica de la educación infantil el primer día del curso.

Fruto de mi experiencia profesional en este título, he ido descubriendo algunos perfiles comunes del estudiante que se decide a iniciar estas enseñanzas. Son unos  apuntes no contrastados, muy subjetivos pero, sin duda, útiles como punto de partida para este artículo.

En su mayoría, el alumnado que se matricula en el primer curso son mujeres. Afortunadamente, en los últimos años esto es algo que ha comenzado a cambiar y en las nuevas promociones es frecuente encontrar algunos chicos con la firme decisión de convertirse en educadores infantiles.

En general, la principal motivación del estudiante es la inclinación que sienten  por los niños y las niñas: estar con ellos, cuidarlos, compartir sus juegos y acompañarlos en  su desarrollo. Este interés está más focalizado en la primera infancia que en otras edades más avanzadas. Además, muchas de ellas dedican algunas horas semanales de su tiempo libre al cuidado de niños  a domicilio o al voluntariado social en alguna  ONG o asociación de tiempo libre.  En segundo lugar, también encontramos alumnado con una clara sensibilidad social ligada a la atención a menores en situación de riesgo social o vulnerabilidad; y finalmente, existe un importante número de alumnas y alumnos que manifiesta un interés  de tipo más teórico por la Pedagogía o la Psicología y aspira continuar sus estudios en alguna de estas facultades.

 

Concepciones y estereotipos sociales vinculados a la profesión.

En el segundo curso, cuando el alumnado realiza el módulo de  Formación en Centros de Trabajo, se integra en el equipo educativo de una escuela infantil durante varios meses. Su llegada es siempre un impulso de vitalidad, creatividad y energía en los centros. Esta incorporación despierta la curiosidad de las familias y es frecuente que, en los momentos de entrada y salida, se interesen por conocer el perfil de estas nuevas educadoras en formación.

En estos momentos se manifiestan, con mayor claridad, algunas de las concepciones que tienen madres y padres en torno a esta profesión. Una de las más arraigadas (lo cual no quiere decir que sea cierta) es que las educadoras están más preparadas por “naturaleza” que los educadores. Además, el hecho de que hayan sido madres sería como una garantía añadida, pues se tendería a pensar que si esa mujer ha sido capaz de criar a sus hijos también será capaz de cuidar de los suyos. En el caso de que la educadoras no tengan hijos se valora especialmente la cercanía, la simpatía y la creatividad.

A la luz de todo esto, no es de extrañar que el último informe “Igualdad en cifras” del Ministerio de Educación y Formación Profesional, publicado en 2020,  arroje datos tan contundentes como que el 72,7% del alumnado correspondiente a los cursos de 2017-2018  de la Familia de Servicios Socioculturales y a la Comunidad es mujer (familia profesional a la que pertenece el título de Educación Infantil) o que el 97,7% del profesorado de educación infantil sea mujer.

Otro de los estereotipos comunes es pensar que la educación infantil es un oficio fácil y que no requiere de importantes conocimientos para ejercerla. En este sentido, se suele considerar que los aprendizajes escolares más difíciles se realizarán en etapas posteriores. Sin embargo, las investigaciones más recientes apuntan más bien en dirección contraria: la educación infantil es un oficio difícil, muy complejo e imprevisible (digo imprevisible porque debido a las características del alumnado rutinas diarias de la escuela sean muy flexibles, por ejemplo, te puedes encontrar que un día en el aula de 0-1 año sólo tienes un bebé o que lo que tenías planteado trabajar ese día con las niñas y niños de 2-3 años en el aula lo tengas que modificar porque ha llovido y todos quieren jugar con los charcos del patio) 

En el trasfondo de esta creencia se encuentra un debate histórico que viene de largo y que, en esencia,  cuestiona el carácter educativo o no de la etapa de educación infantil; especialmente en relación al primer ciclo. En el caso de nuestro país el dilema quedó resuelto (aunque no del todo) en el año 2006 con la promulgación de la Ley Orgánica de Educación, que supuso un auténtico punto de inflexión en el devenir de esta etapa educativa.

Aunque en muchos aspectos esta ley no tuvo el alcance que muchos colectivos estábamos esperando, y que exceden de las finalidades de este artículo,  la ley reconocía la etapa de educación infantil, como una etapa educativa, con identidad propia, destinada a niños y niñas con edades comprendidas entre los 0 y los 6 años. Se establecen dos ciclos: el primero de 0-3 años (que quedó en una situación bastante indeterminada, como veremos más adelante)  y el segundo de 3-6 años. 

 

Cualificación profesional del TSEI.

Los estereotipos sociales descritos anteriormente provocan también un desconocimiento acerca de la cualificación profesional del educador infantil ¿Qué título necesitan las personas que trabajan en las escuelas infantiles? ¿Puede una psicóloga o una pedagoga trabajar como educadora infantil? ¿Se necesita una titulación para trabajar en ludotecas, campamentos de verano o centros similares? Para responder a estas preguntas es útil aludir a la cualificación profesional del título.

En el año 2007 se publica la actual cualificación profesional del técnico superior de Educación Infantil (RD 1368/2007), que tiene por competencia general: elaborar, implementar y evaluar proyectos y programas educativos de atención a la infancia en la etapa de 0‐3 años en el ámbito formal bajo la responsabilidad de un maestro de educación infantil y pudiendo abarcar hasta los 6 años en el ámbito no formal, generando entornos seguros y en colaboración con otros profesionales y con las familias.

Uno de los aspectos más novedosos fue la inclusión de la diferenciación entre ámbito formal y no formal.  Obviamente, respondió a la necesidad de actualizar la competencia general respecto al Real Decreto 2059/1995, que regulaba el título anterior; pues, como hemos comentado más arriba,  la educación infantil era ya una etapa educativa de pleno derecho. A pesar del tiempo transcurrido todavía esta diferenciación provoca muchas dudas entre el alumnado y no pocos profesionales.

El ámbito formal es el ámbito que corresponde al sistema educativo y, en nuestro caso, que está sujeto a la regulación de la etapa. Una de las principales carencias que tuvo la reforma de la Ley Orgánica de Educación del 2006 fue precisamente que no reguló el primer ciclo, dejando en manos de las comunidades autónomas esta competencia. En consecuencia, existen diferencias entre unas y otras en cuanto a instalaciones, condiciones materiales y requisitos de personal.

En el caso de la Comunidad Autónoma de Andalucía, la organización y el funcionamiento de las escuelas infantiles está regulada por el Decreto 149 de 2009. En el artículo 16 se exponen los requisitos de personal estableciéndose dos perfiles: maestro de educación infantil y técnico de educación infantil.  

La norma establece el mínimo de personas, que con carácter obligatorio, deberán estar en posesión del título de maestro (una por cada seis unidades o fracción). De hecho todo el personal podría ser maestro pues la norma no establece un mínimo de personal técnico. Además, se establece que únicamente la persona en posesión del título de maestro será la que pueda ejercer la  dirección de la escuela (artículo 23), supervisar la elaboración del proyecto educativo y asistencial (artículo 18) y  elaborar el proyecto de gestión (19). Aunque el técnico tiene la posibilidad de asumir la tutoría y de colaborar en la elaboración de los documentos de planificación y evaluación educativa, es algo evidente, que la norma deja a este profesional un marcado carácter subalterno del maestro.

Todo esto genera siempre algunas inquietudes entre el alumnado. Algunas de ellas son: ¿Puedo con mi título de técnico en educación infantil ostentar la titularidad de una escuela infantil privada o privada de convenio? Obviamente, con el título de técnico puedes ser el titular de un centro educativo privado de educación infantil, pero tendrás que disponer entre tu personal de alguien que tenga el título de maestro para el puesto de director y que cumpla con las funciones que la ley establece. La cualificación profesional del técnico de educación no lo habilita para trabajar en el segundo ciclo. Esto es competencia del maestro con la especialidad de infantil. Sin embargo, existen servicios y actividades, de carácter no formal, en las que sí puede desempañar su labor. Es lo que vamos a exponer a continuación.

El ámbito no formal de la educación es aquel que tiene lugar fuera del  sistema educativo reglado y que, por tanto, está fuera de sus regulaciones y formalismos. En el caso de la educación infantil nos estamos refiriendo a un número indeterminado de escenarios que abarcan desde las instituciones clásicas como ludotecas, granjas escuelas o aulas hospitalarias hasta proyectos de actividades complementarias o extraescolares o, incluso, servicios educativos como aula matinal, comedor o transporte escolar. En todos estos casos, la cualificación profesional establece que el técnico podrá atender a niños y niñas hasta los seis años de edad. No obstante, este ámbito no es exclusivo del TSEI y también pueden trabajar otros perfiles profesionales. Es decir, que a diferencia del ámbito formal en el que la normativa es taxativa en cuanto a los requisitos del personal, en el ámbito no formal todo es mucho más flexible y abierto.

 

Unidades de competencia.

Durante el ciclo formativo es frecuente, especialmente durante el primer curso, visitar varias escuelas infantiles con la finalidad de contextualizar mejor los aprendizajes que se están realizando en el aula. Una de las actividades más valoradas por el alumnado es conocer directamente la experiencia de la educadora. Mientras estoy presente en estas charlas no puedo evitar recordar esta famosa viñeta de Forges, que con tanto acierto reflejó la realidad de esta profesión.

Sin duda, la imagen nos invita a reflexionar sobre la cantidad de funciones y atribuciones que recae sobre los educadores en general, pero que bien podemos aplicar a los educadores infantiles en particular. 

En el lenguaje técnico de la formación profesional, todas estas funciones quedan recogidas bajo el paraguas terminológico de  unidades de competencias (te invitamos a leer el artículo competencias profesionales en FP donde podrás aclarar un poco todo estos conceptos). En esencia, una unidad de competencias es un agregado o conjunto mínimo de realizaciones competencias profesionales que son  susceptibles de reconocimiento y acreditación parcial acumulable para la obtención, en su caso, de un certificado de profesionalidad o un título de formación profesional.  

Las unidades de competencias del técnico superior en educación infantil son:

  • Establecer y mantener relaciones fluidas con la comunidad educativa y coordinarse con las familias, el equipo educativo y con otros profesionales.
  • Programar, organizar, realizar y evaluar procesos de intervención educativa de centro y de grupo de niños y niñas de cero a tres años.
  • Desarrollar programas de adquisición y entrenamiento en hábitos de autonomía y salud, y programas de intervención en situaciones de riesgo.
  • Promover e implementar situaciones de juego como eje de la actividad y del desarrollo infantil.
  • Desarrollar los recursos expresivos y comunicativos del niño y la niña como medio de crecimiento personal y social.
  • Desarrollar acciones para favorecer la exploración del entorno a través del contacto con los objetos, y las relaciones del niño o niña con sus iguales y con las personas adultas. Definir, secuenciar y evaluar aprendizajes, interpretándolos en el contexto del desarrollo infantil de cero a seis años.

Módulos profesionales

Otra de las preguntas que suelo hacer al alumnado  el primer día de clase es qué debería saber un buen educador infantil y por qué.  Sus respuestas son coherentes con las motivaciones iniciales a las que aludimos al principio del artículo. Así, esperan que su formación inicial les permita disponer de un banco de juegos y actividades con los que poder llegar a los centros. En menor medida refieren disponer de herramientas pedagógicas o de un criterio psicológico con los que intervenir. 

La realidad es que un educador infantil requiere de una formación científica, rigurosa y completa, que sepa compaginar el conocimiento teórico con el práctico. En este sentido, en  El RD 1394/2007, de 29 de octubre, establecen los módulos profesionales (asignaturas)  en que se organizan las enseñanzas de este título. 

Así distinguimos dos grupos de módulos, los que están asociados a las unidades de competencia, que señalamos anteriormente, y otros módulos profesionales con una formación más transversal.  En el caso de la Comunidad Autónoma de Andalucía el currículo correspondiente al título de Técnico Superior en Educación Infantil está regulado por la ORDEN de 9 de octubre de 2008 y son los siguientes: 

Módulos profesionales asociados a unidades de competencia:

  • Didáctica de la educación infantil.
  • Autonomía personal y salud infantil.
  • El juego infantil y su metodología.
  • Expresión y comunicación.
  • Desarrollo cognitivo y motor.
  • Desarrollo socio afectivo.
  • Habilidades sociales.
  • Intervención con familias y atención a menores en riesgo social.

Otros módulos profesionales:

  • Proyecto de atención a la infancia.
  • Primeros auxilios.
  • Formación y orientación laboral.
  • Empresa e iniciativa emprendedora.
  • Formación en centros de trabajo.

 

La deontología profesional.

Aunque desde el principio venimos hablando de técnico de educación infantil y lo hemos hecho con toda naturalidad, no es de extrañar que a muchos os pueda resultar raro asociar técnico a educación. Esto sucede porque normalmente usamos este adjetivo en su acepción de pericia para manejar algo o realizar algún procedimiento.

Sin embargo, y a pesar de todos los estereotipos sociales que hemos descrito, existe un consenso en considerar que la educación es algo que nos define como especie, algo intrínsecamente humano y que nos hace más humanos. Podemos, incluso, asociarlo al arte, el arte de educar. 

Por tanto, es lógico pensar que la identidad profesional del educador está intrínsecamente vinculada a la ética y la deontología. Como venimos insistiendo desde el principio de este artículo, en educación infantil no vale cualquier cosa  y, obviamente, no todo está permitido. En este sentido, se apunta a dos características importantes de la relación educativa:

  • La relación asimétrica que se establece entre el educando y el educador, que en nuestro caso es si cabe más evidente.
  • y la consideración moral del educador que orienta al educando hacia lo que es valioso para el hombre y para lo que lo pueda alcanzar fácilmente.

Lo paradójico del asunto es que a pesar de todo lo anterior, la educación no dispone de un código deontológico consolidado y aceptado, como sí sucede con otras profesiones. La mayoría de los autores coinciden en señalar el código deontológico de docentes y pedagogos de 1996 como la principal referencia.

Por nuestra parte, en una publicación anterior destinada a la formación de futuros educadores, Didáctica de la Educación Infantil, seleccionamos los siguientes principios:

  • Interés superior del menor.
  • Respeto por los derechos humanos y defensa de los derechos de la infancia.
  • Confidencialidad y privacidad.
  • Honestidad.
  • Facilitación de relaciones con otros profesionales.
  • Respeto y lealtad por la institución en la que se desarrolla su labor.
  • Desarrollo responsable de la profesión.
  • Formación y reciclaje permanentes.

En definitiva, la profesión infantil es una etapa educativa, con identidad propia y que requiere de unos y unas profesionales con una excelente formación teórica y altamente capacitados; pero esto no es suficiente por sí solo, se requiere además, de un perfil profundamente ético y basado en valores.

Todo esto se va a manifestar en un estilo del educador que podríamos definir como el conjunto de conocimientos profesionales  y de actitudes personales que configuran su estilo de estar en el aula, de intervenir y relacionarse con el alumnado y sus familias. Se puede considerar que en educación infantil, el mejor y principal recurso del que se dispone es el propio profesional. Por tanto, se considera que el estilo del educador es un factor clave tanto de la calidad educativa del centro como del clima que se genera en las aulas.

 

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